domingo, 29 de julio de 2012

Día completo, y variado.

Siendo domingo, no teníamos muchas esperanzas de que nos ingresaran la beca, pero sin embargo hemos cruzado los dedos esta mañana antes de salir hacia clase. No ha habido suerte, por eso hemos decidido no posponer más la visita a ChinaTown y Little Italy, una parte de NY que no nos apasiona especialmente. Hemos pasado en varias ocasiones cerca, y el terrible olor nos ha tirado hacia atrás casi todas ellas.
Pero, bueno, es de visita obligatoria, y yo tenía ilusión por ver el Mulberry Street Bar, donde asesinaron al famosos mafioso Joey Gallo. Así que tras las clases allí fuimos, parando en la parada de metro Spring Street, para tratar la zona de norte a sur, empezando por Little Italy.


Edificios de como mucho cinco pisos se abrían a nuestro lado, flanqueando unas calles que en un principio me dieron una impresión muy europea, con mesas por todos lados, anuncios de "WE HAVE SANGRÍA", y carteles en italiano.


Eso sí, Judi quería comer un trozo de pizza de Little Italy, aunque en realidad siempre quiere comer pizza, pero hoy -sin comida en la mochila- nos hemos encontrado con que el acostumbrado dólar de la ración de pizza, se había convertido fácilmente en 3$. Todos los restaurantes eran carísimos, y los trozos de pizza más pequeños y 3 veces más caros. Muy europeo, por cierto.

Caminamos tranquilamente por Murberry St, y entramos en un pequeño museo italoamericano, con algunas piezas interesantes, antes de empezar a percibir Chinatown por las esquinas. Al parecer este último barrio está comiéndose gran parte de Little Italy, en la que por cierto, ya no viven italianos. Al atravesar Canal Street, el ambiente cambió TOTALMENTE. Ya no entendía ningún cartel, y apenas podía ver a los turistas que ocupaban todo Little Italy. Se vendían verduras extrañas en puestos de cuestionable calidad. Si en Little Italy no pude ver ningún italiano, no ocurrió lo mismo en ChinaTown: no había nadie de rasgos caucásicos a la vista. Bueno sí, los míos.


Cuando ya creía que aquello ya no podía volverse más chino, llegamos a Columbus Park. Era un parque muy pequeño para tal exceso de chinos. Allí jugaban a Mahjorn, hacían Taichi, cantaban músicas extrañas y estridentes... y en fin, cosas por el estilo. 
No me gustó estar allí, porque me sentí totalmente fuera de lugar. Era obvio que no querían a nadie extranjero allí, y lo dejaban ver claramente con caras de fastidio constante. Pero allí nos quedamos un rato, sacando fotos y escuchando la desternillante música. 

No quisimos fisgonear más por el barrio por apatía al mismo, y por la escasa seguridad de la zona. Así que tomamos rumbo West hacia Broadway, para quedar suspendidas entre TRIBECA, y Chinatown. Había por allí unas tiendas espectaculares para turistas, que no eran las típicas, y que a su vez tenían productos de lo más americanos.


Judi disfrutó como una enana en las tiendas de ropa de alrededor, donde estuvimos alrededor de una hora comparando precios y cosas, antes de ir a ver THE LAKE, en Central Park (una zona importante que aún nos quedaba en el tintero).
Cómo China Town y Little Italy no nos habían llevado tanto tiempo como esperábamos, decidimos dar una vuelta por el Upper, antes de llegar a Central Park, y es que las calles de los Upper nunca decepcionan:


Cuando llegamos a Central Park, estaba tan vivo como siempre, y resultó reconfortante, una vez más, olvidar los ruidos de la ciudad para perderse en ese inmenso bosque. Disfruté mucho, pese a la deshidratación que llevaba encima, el paseo hasta llegar a THE LAKE. Una vez llegadas allí, me enganché a una fuente de agua fresca que parecía estar allí sólo para mi. Llené bien mi termo de agua, y tras acaramelo dos veces, y rellenarlo de nuevo, alcé la vista para maravillarme una vez más con las dimensiones de central Park.



La hora era perfecta, la luz también, y el cielo estaba despejado, aunque hacía tan sólo una hora había caído lluvia. Saqué muchas fotos de mil maneras, y después simplemente nos quedamos allí, mirando la quinta, durante mucho tiempo. Aprovechamos para andar todo lo lentas que podíamos por el camino que bordeaba el lago, y tras este break, volvimos hacia casa cuando las luces empezaban a caer. 
Fue un día agotador. Tras la ducha, viendo que era pronto, vimos una película y después me acosté. Me desperté a la mañana siguiente, exactamente en la misma postura.


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