viernes, 13 de julio de 2012

Primeras horas en NY

Las copiosas comidas del avión no consiguieron dormirnos. Y de hecho ahora a las 9:40 p.m., hora newyork, aún nos resistimos a coger la cama, sobrecargadas por la cantidad de información.
Yo, pese a todo, no estoy triste. ¿Por qué debería estarlo? Se perdió mi maleta. Bueno, sigue en España todavía, y hasta mañana a las 5:00 p.m, no llegará. Por suerte fui precavida y guardé unas mudas y el pijama en la maleta de mano, para ir sobre seguro. Y lo hice bien.
Supongo que todo este lío del equipaje tendrá que ver con la facturación tardía a NY, que os contaba anteriormente. 
El trayecto en taxi, fue la primera toma de contacto con EEUU, y me resultó de lo más impactante. Casas prefabricadas por todos lados, una cantidad de tráfico horrible, y algún que otro partido callejero. Llegamos en poco tiempo a la finca, y la recepción fue espectacular. Steph ha resultado una impoluta anfitriona. Tiene un hogar agradable, y dos chiquillos también. Nos ha dado un plano del metro, una lista casera con restaurantes y supermercados cercanos, y nos ha recomendado mil sitios para ir. Es una mujer agradable, y sus hijos también lo son. El mayor se ha ganado mi confianza cuando le pregunté su nombre y me contestó: "Spiderman.. ay, no no, Prinston"
Es una familia adorable. La historia de aduanas me la reservo para España. Aquí os dejo unas fotos recién sacadas de la habitación:



Llegando a la gran manzana


En comunicación con España, desde algún lugar del Atlántico.
Transmito directamente desde el avión, en vuelo IB6251.
El vuelo hacia Madrid ha sido… deprimente. Una mujer que se sentaba a mi lado llamada Maribel, viajaba hacia Venezuela para ver a su marido tras unas duras sesiones de radioterapia para superar un cáncer. A ella le encanta viajar, y a ha vivido en Boston muchos años con su hija, que de hecho está estudiando allí. Maribel ahora está desempleada, pero está feliz. Planea volver a Boston para Navidad. Al parecer Boston es la mejor ciudad del mundo. Hace poco tuvo una experiencia en España que renovó su amor por los EEUU.  Me ha recomendado un supermercado baratísimo si voy a Boston. Ya os podéis imaginar, lo rápida que se me ha pasado la hora.
Por fin una vez habiendo llegado a Madrid me encuentro con la feliz noticia de que mi próximo vuelo, y todos los de Iberia, se cogen en la terminal en la que he aterrizado. Asiendo bien mi preciada tarjeta de embarque, me voy en busca de mi “fellow traveller” Judith
Así que allí estaba yo, en la terminal cuatro, una hora y media después de la hora prevista, pero tranquila al fin y al cabo, porque estaba en la terminal correcta, (ventajas de viajar con una misma compañía). No obstante, nada más bajar del avión Judi me ha avisado de que tenía que ir a la puerta de embarque U70, y que ella me esperaba allí. Entonces hecho un vistazo en derredor, y veo un cartel que indicaba con metálica frialdad a dónde me podía ir, quiero decir, por dónde podía ir. Las cuatro secciones de embarque eran M,R,S,U, insisto: TODAS DENTRO DE LA MISMA TERMINAL.
Y allá que voy yo, siguiendo los letreritos por un pasillo extraordinariamente largo, cuando estoy llegando ya al final del pasillo, me topo con un ascensor que indica bajo cada letra, un número de minutos. En mi caso, el vinilo amarillo debajo de la letra U, ponía 23 minutos.
¿23 minutos? Miro de nuevo el número. No es una pantalla, es un adhesivo. Luego debe de indicar un dato que no suele variar. ¿23 minutos? ¿No será ese el tiempo de llegada? Con mi cara de circunstancia, mientras el ascensor se acercaba, pasa acertadamente alguien con camisa blanca con pinta de trabajar allí. Justo cuando le voy a preguntar, alguien se me adelanta. En efecto, son 23 minutos de trayecto hasta las puertas de embarque U. Increíble. Increíble. Me veo arrastrada por la masa de gente dentro del ascensor, y justo al llegar al nivel inferior, nos encontramos ante unas puertas y un cartel luminoso: EL PRÓXIMO TREN LLEGARÁ EN 30 SEGUNDOS.
¿¿TREN??
Si, tren, todo metálico y práctico, sin apenas asientos, y yo allí anonadada, maleta en mano, mochila en espalda, y riñonera en… en los riñones vaya.
Si alguien se lo pregunta, despejo la duda: de ninguna manera se tarda únicamente 23 minutos. Por lo menos han sido 30. Antes de llegar a la terminal, el control de pasaportes fue rápido. Cada vez que miraba la hora, no podía más que dar gracias por tener ya la tarjeta de embarque del vuelo hacia Nueva York.
Las letras de los letreros iban desapareciendo. Primero había carteles con tres letras: R,S,U. Después desapareció la R, y yo pensaba que Barajas estaba “jugando” conmigo. Cuando la letra S desapareció también, y quedó sólo la U, pensé que era el siguiente pasillo, y no me equivocaba, pero las puertas empezaban, como dicta la lógica en el número uno. Volví a mirar el sms de Judith, y evalué la prodifundidad del pasillo. Resignada caminé rápido hasta la puerta 70, donde, como una vieja amiga, esperaba Judi guardando sitio en los primeros puestos de la cola de embarque.
La suerte nos acompañó cuando al subir al avión, una chica fue instada a intercambiar su sitio conmigo, permitiendo así que Judith y yo nos sentáramos juntas. Esto ha ocasionado nuestra primera deuda estadounidense: le debemos una cerveza.
Por ahora, aún quedan seis largas horas de viaje, que pese a todo, se están pasando amenas compartiendo las inquietudes de qué haremos en la gran manzana. La comida de abordo no ha resultado un fiasco, como dicen los clichés. Lo mejor ha sido el resopón: el primer café americano, servido en tierra de nadie. Tras eso, y con nostalgia de mi Europa natal, un té con leche entre pecho y espalda, me ha mantenido con las reservas de cafeína llenas, y con ánimo de soportar el jetlag.
Recién hemos rellenado un papel asegurando que no portamos bichos venenosos ni écoli, y ahora trataremos de hechar una siesta, para no tener ganas de dormir nada más llegar al aeropuerto.

Subiré esta entrada nada más llegar al piso, tras realizar las llamadas de rigor.
Y cuando lo haga… ESTARÉ EN NUEVA YORK!

Primer contratiempo solventado.

Aún esperando a embarcar en la R53, mi nombre a sonado por megafonía. El salto que he dado ha sido memorable.
"Ay madre," pensaba yo, "¿y ahora qué? Me quedo en tierra fijo."
A continuación me dirijo a la r51, como me instaba la voz magnetizada. Y... Tienen mi tarjeta de embarque. El sistema estadounidense está felizmente restaurado. :)

Esperando en la terminal

R53 es mi puerta de embarque. Todo ha ido bien entrando en la terminal. Es la primera vez que no pito. Despedirme de Alex no ha sido muy agradable, pero la excitación de este gran viaje me tiene animada. He tenido un momento de dudas cuando al llegar al aeropuerto bien pronto, el servidor de comprobación de papeles estadounidenses daba problemas. No tengo todavía mi tarjeta de embarque Madrid-NY, pero al parecer me la darán en cuantito llegue a Barajas... Siempre que el servidor no siga caído. Otro contratiempo ha sido que me han reservado un asiento en el avión de NY, y no sé si Yudi tiene o no su tarjeta de embarque. Espero poder arreglarlo para ir juntas. Sino, siempre queda la esperanza de que alguna persona nos quiera cambiar el sitio.