martes, 24 de julio de 2012

Décimo primer día en la ciudad de los sueños.

Desde el primer día que puse mi pie de turista en la ciudad, y vi cerca del Tick Tock Dinner un inmenso edificio blanco a modo de oficina central de correos, quise ir ahí. Hoy era el día. Y fuimos hacia una de nuestras zonas favoritas de la ciudad: Midtown West, casi Chelsea. Allí está la mejor pizza del mundo, los mejores cereales del mundo y el mejor american dinner del mundo, con los mejores y únicos pancakes que he probado. 
Sabéis que digo muchas cosas buenas de Nueva York, pero también adoro mi ciudad, así que os diré que la oficina de correos de la plaza del Ayuntamiento de Valencia, es con mucho, mejor que la de Nueva York. A los americanos no se les da especialmente eso de los edificios antiguos y solemnes. No obstante, disfruté la visita porque en el recibidor tienen una pequeña exposición de artículos antiguos de carteros, como una bici para repartir la correspondencia, o un buzón antiguo. También resultó interesante la tienda de regalos, donde vendían tarjetas de felicitación para ocasiones extrañas. Disfruté sacándome fotos en las mesas para rellenar documentación, en cuya ajada madera descansaban las típicas lámparas de cristal verde que tanto me gustan, y de las que por cierto, dispongo de un ejemplar.
No fue mi experiencia favorita en Nueva York, pero fue divertido acercarse a ver cómo era el lugar.


No podía faltar una visita que tenía obligada desde antes de nacer: la biblioteca pública. Recientemente quise ver la película, "el Día de Mañana", para poder comparar la biblioteca de la televisión con la real.
No le hace justicia sin duda alguna. Más que las instalaciones, las imponentes escaleras en mármol, los leones de la entrada, o los objetos inverosímiles en la biblioteca, aprecié mucho el ambiente de allí. Gente de lo más concentrada estudiando concienzudamente y estudiantes tirados en el suelo dibujando partes de la biblioteca. Esto lo he visto también en el museo de historia natural, y me parece genial disfrutar así de la ciudad. Os pongo unas fotos.




Me gustó, pero mucho más que la biblioteca, -que ya es decir-, me gustó el parque que hay tras de ella: BRYAN PARK. Un sitio apacible si los haya, con gente pintando, leyendo o tomando café. Grabé mucho el ambiente de ese parque, porque me impresionó sobremanera. Hay wifi gratis en el parque, y por si eso no es suficiente reclamo, hay mesas y sillas por todos lados del parque. Y si eso no te vale, para los niños hay un tiovivo. Si aún dudas si ir o no a ese parque, ten en cuenta que hay un café enorme, y varios sitios para comprar comida por allí y llevártela a las mesas. Y si aún no te convence Bryant Park, porque temes por la batería de tu ordenador, en el que tienes que trabajar... ¡NO IMPORTA! ¡HAY ENCHUFES ENTRE LAS FLORES!


Me ha encantado este parque. La gente estaba allí tranquilamente, oculta tras el gran edificio que es la biblioteca, y rodeada de rascacielos enormes que imponen como suelen.


En la siguiente foto podéis ver en una esquina sillas de colores, y mesas para los más peques, que también pueden ir al parque y coger libros de las estanterías con ruedas que alguien saca al exterior para hacer del parque un lugar más intergeneracional.


Estas dos fotos que veis aquí, corresponden al restaurante y el bar del BRYAN PARK, uno para los más pudientes, y otro sustancialmente más asequible. No obstante, la gente sigue pagando un dólar en el Mc Donalds por su habitual café de medio litro.



Por si no teníamos bastante con el día que llevábamos, decidimos estirar un poquito más las horas e ir directamente a clase a las 6, y pasar por las manzanas que componen el FASHION district. Este distrito está lleno de locales que no venden ropa, sino que la confeccionan. Estudiantes van y vienen por todos lados, y es fácil ver a gente cargada con enseres de costura. Las tiendas no venden principalmente ropa, sino telas fantásticas que jamás había visto ni soñado ver. ¡Y eso que no tengo especial pasión por las telas! Había botones de todos los tamaños y colores, puntillas, cintas y enseres extraños, cremalleras de más de un metro y vestidos espectaculares a precios asequibles, pero también desorbitados.



Por alguna razón que se escapa a mi conocimiento, me moría de ganas de ver el botón más grande del mundo, que se encuentra casualmente apoyado en la oficina de información turística del Fashion Distrcit, que está como a siete manzanas de la zona de la biblioteca. La aguja de casi diez metros, no me decepcionó.

Judi se compró su adorada pizza en uno de los muchos puestos de la ciudad: dos raciones de pizza margarita y una soda, 2'75$. She loves pizza!

Cuando llegamos con casi media hora de antelación a las clases estábamos agotadas, y lo último que me apetecía era ponerme a hablar inglés. Sólo quería irme a la cama en aquel momento, pero sin embargo cuando empecé las clases me entretuve bastante, y las cuatro horas pasaron rápidas hasta las 10 de la noche, hora en la que me planteé si realmente el cambio de horario sería bueno para nuestra salud. :D
Decidimos, tras este agotador día, o bien volver a casa para comer, y marchar otra vez a la ciudad. O bien volver a casa sobre las cuatro, para poder descansar una hora antes de volver a la ciudad. 
No recuerdo prácticamente nada después de mi ducha nocturna.

P.S. No me puedo creer que ya esté casi al día con mi cuaderno de bitácora. Hoy es martes, y os acabo de contar las aventuras de ayer. Puede que mañana encuentre un hueco para contaros las de hoy, y las de mañana. ¡Ya no tengo trabajo acumulado! Iba como con 4 días de retraso :S





Domingo espiritual.

Realmente no tengo muchas fotos que compartir sobre el domingo, porque principalmente fue un día espiritual. Ahora tenemos clase los domingo por la mañana, así que no podíamos posponer la misa Gospel para otro día: es más espectacular los domingos. Así que nos fuimos a Harlem.
Si bien realmente y en términos estrictos vivimos en ese barrio, no nos sentimos realmente de Harlem. ¿El motivo? Estamos a una calle de ninguna parte. Si viviéramos un poco más al este, o al oeste, nos consideraríamos de uno de los Upper, pero nuestra zona, aún no es Harlem realmente. Tiene su tranquilidad, pero no sus tiendas ni sus iglesias. Así que con nuestra Metrocard bajo el brazo nos fuimos al "Harlem Profundo" en busca de una iglesia llamada Antioch Baptist Church, donde van todos los turistas a ver el "espectáculo" Gospel. Nos costó encontrarla un poco, y cuando llegamos, había allí un montón de turistas agolpados en la puerta. Un buen hombre salió sonriendo, y nos dijo que ya no podían entrar más personas porque ya no quedaría hueco para los fieles. Todos salieron de allí despavoridos, y Judit y yo nos enoagimos de hombros, confiando en nuestra acostumbrada suerte, y nos fuimos en busca de otra iglesia Gospel. Nos habíamos asomado a una de camino a la Antioch, donde una espectacular soprano cantaba el final de la misa, y nos constaba que había otras muchas por la zona.
Así que tras comprar unos bagel de huevo, jamón york y queso por 1,5$, paseando encontramos un corro de gente. Alguien nos invitó a entrar a la iglesia, y allí nos encontramos con la tirita llena sin saber qué se cocía allí.
La "iglesia", no era más que un bajo con bancos y un protector al fondo. Había gente comentando cosas y riéndose. Nosotras escogimos un banco pegado a la pared del final, y aún no estábamos sentadas cuando un maravilloso sonido de trompeta llegó desde el fondo de la sala. ¿Ya había empezado la misa? ¡No! Sólo estaban haciendo tiempo, improvisando con sus instrumentos: trompetas, pandereta, timbales, batería... Era una música brillante y pegadiza, y todos se movían mientras tocaban. Aquello me emocionó, y me dieron ganas de levantarme a bailar. De hecho mi pierna se movía irremediablemente, pero preferí no moverme, porque... claro, aquello era una iglesia. Pronto me di cuenta de la tontería que dije. Cuando la misa empezó todos mis sentidos se pusieron alerta. Odio visitar una ciudad con una cámara de video bajo el brazo, porque no me permite ver los lugares con mis propios ojos, sino a través de una pequeña pantalla; y por esto aproveché la ocasión de no tener que grabar nada, porque simplemente no estaba permitido. No obstante puse a grabar audio con mi teléfono móvil, para poder escuchar aquel sonido otra vez.
Y ¡menos mal! No me quité la música de la cabeza en toda la mañana, y aún resuena por algún lugar de mi. No pude evitar que se me empañaran los ojos viendo como se hace REALMENTE la religión: en un bajo, sintiéndola dentro como la música, con tus amigos, y sin ninguna figura agonizante y sangrante a la que adorar. ¿Realmente creían en el mismo Dios que el que yo conozco? No podía ser. Pero... sí, así era. Allí, en un bajo limpio con asientos, con algún cuadro por allí, y algún adorno por allá, sin retratos de santos, ni cruces a la vista, vi y sentí más religión que en mi vida. Porque, al parecer, y según ellos, no necesitan una imagen de un Dios allí, porque la llevan dentro. Eso les permite hacer de cualquier lugar su iglesia. Si en algún momento de mi vida, he de decir OLÉ, que sea este.
Cosas tan mundanas como la colecta de dinero se hace genial allí: Se realiza igual que la toma de la Hostia, quien quiere va y pone en un sobre su dinero, y después lo hecha a una cesta. El sobre tiene un hueco para poner el nombre, y si lo pones.... ¡Después te mencionan y te aplauden! Nosotras dimos un par de dólares a esta increíble institución, y fuimos tan tontas de no poner nuestros nombres, pero es espectacular, ver como la gente se levantaba y le aplaudían, por haber dado su dinero. ¡Perfecto!
Cuando la misa acabó hacía un calor sofocante, pero aún así nos quedamos por Harlem viendo vestidos a 10$, zapatos de diseño a 15$, y bonitos pendientes por 2$. Lamentamos no tener dinero todavía, pero nos prometimos volver a esa calle con los bolsillos llenos, igual que hemos prometido ir a mil sitios en cuando nos den la maldita beca. Judi, sin embargo se compró unas bonitas botas de invierno por 5$ de ante y borreguito por dentro. Probablemente nunca las use en Canarias, pero no es fácil resistirse a unas botas de 5$!!!

Volvimos a casa y nos pusimos un chandal, mucho más informal que la ropa de la mañana para ir a visitar el infinito central park, del que aún nos quedan tantísimas cosas por ver. Quisimos aprovechar para pararnos en el edificio Dakota, donde Elton John vivió, y visitar también su "parque honorífico" Yo tenía mucha ilusión de ir al Dakota, no tanto por el cantante, sino porque la película de un libro que me gusta mucho, se rodó allí: La semilla del Diablo.
No obstante, cuando llegamos al Dakota que está justo en frente de Central Park caímos en que un domingo no es un buen momento para visitar sitios como ese: Solemos bajar en una parada cercana cuando vamos al cole, y nunca hay gente. Hoy parecía imposible sacar una foto sin cabezas de turistas.

Por esto, pasamos de largo, como si hubiéramos visto el Dokota y el tributo a Elton John miles de veces, y nos adentramos en central Park, para ver la mítica Sheep Meadow, explanada de Central Park que aparece en todas las películas. Claro que ya sabréis que en Central Park es difícil llegar al objetivo que uno quiere ver. Nos entretuvimos paseando y sacamos fotos de pequeñas explanadas con gente haciendo "cosas americanas", como poner música y patinar, jugar béisbol, discutir sobre los Mets y los Yankees, o lanzar la pelota apepinada del fútbol americano.





Allí conocimos a varias personas y un PRESUNTO FAMOSO me compró un CD de la mezcla musical que estaba sonando por allí. Después de esto, conseguimos a duras penas salir de central park, porque teníamos que comprar leche y algunas cosas para casa, y no queríamos que se hiciera tarde. Nuestra sorpresa fue... ¡que salimos por el sur de central park! Habíamos entrado bastante al norte, y sin darnos cuenta habíamos recorrido muchísimo camino serpenteando por el parque, ¡¡¡MÁS DE 20 MANZANAS!!! 
No nos detuvimos al volver a casa por miedo a que cerraran el súper. Llegamos mientras este estaba abierto, y esta vez nos decidimos por comprar una garrafa de leche que salía más económica, por 3 dólares, y poco. Estamos a miércoles, y de esta fantástica leche, sólo queda la mitad de la garrafa. ¡Me encanta beberla sóla!

El eterno sábado

Judi tenía muchísimas ganas de ir al Zoológico más grande de Estados Unidos, y pese a que está en el Bronx, queríamos ir para ver que se cocía por allí. Estábamos ligeramente preocupadas por acercarnos a ese distrito en particular, pero como amantes de los animales que somos, nada más abrir el parque estuvimos allí preparadas con nuestros 17 dólares en mano, para visitar un zoológico de 107 hectáreas. Resultó fascinante como hábitat, pero es cierto que corres el riesgo de no ver a los animales porque tienen una extensión muy grande cada uno para vivir. Si bien eso te permite verlos en su hábitat natural,  pueden esconderse para huir de los turistas. Nosotras tuvimos suerte, porque vimos a todos, y los que no estaban, terminamos por verlos a última hora. ¿Qué me sorprendió de verdad? Hay muchísimos pavos sueltos por todo el parque, SUELTOS. Son muy tranquilos y posan genial para las fotos.


Todo estaba muy bien ambientado, y vi animales fascinantes. Saqué fotos preciosas.



Me encantó poder escuchar las conversaciones de las familias, e iba con la cámara de video tras de ellos grabando, para que veáis como es aquí la educación parental. 
Podría poneros como 80 fotos del zoo, de animales extrañísimos y paisajes fascinantes de allí, pero no tendría suficiente blog. De hecho, en salir del zoo, tuvimos que volver y hacer una parada en casa para recargar las cámaras, que estaban agotadas de tanto trabajo.

Antes de llegar al zoo, saqué unas fotos del barrio, fascinada por los contrastes que hay en Nueva York. La verdad es que sí que noté que la gente del Bronx parecía mucho más "barrio bajera", pero había buen ambiente en la calle en la que estuve, y no se vieron comportamientos sospechosos por ningún lado. Cierto fue que la gente iba más a su rollo, y no te habla tanto como en Manhattan.

Hice mi primer trayecto en un metro elevado, y no me gustó nada. Si algo me he de quejar de verdad de este día es del metro cuando sale de Manhattan: NO TOLERO EN ABSOLUTO PASAR POR DEBAJO DEL RÍO EN METRO. Ya le he dicho a Judi, que no me gusta nada salir en metro sumergido de Manhattan, y la próxima vez que vayamos a Brooklyn, lo haremos mediante otro medio de transporte. 

Volvimos a Manhattan en metro y fuimos a casa para descansar una hora, y que todos recargáramos baterías, antes de salir a cruzar el puente de Brooklyn al atardecer.
De camino allá quedé convencida de no volver a tomar un metro submarino, y me alegré mucho de estar en tierra firme cuando salimos en Brooklyn. Brújula en mano, tardamos unos minutos en ubicarnos allí, y descubrir la oculta subida al puente. El sol se ponía a las 20:21h. A y media llegamos allí, con los últimos rayos de sol desapareciendo. 


Conforme pasaban los minutos y paseábamos todo lo tranquilas que nos permitía el puente, la ciudad se iba iluminando lenta, pero inexorablemente. El Empire State que en un principio pasó desapercibido para mí, se iluminó a lo lejos en todo su esplendor tras el puente de Manhattan que veis en la foto anterior. Aquí el Empire State, recortado sobre el atardecer NewYorkino.


Pese a que en todos lados aparece que el puente de Brooklyn se cruza en 20 minutos, tardamos más de una hora en llegar al otro extremo en Manhattan.



Cuando llegamos al otro extremo, era noche cerrada, un sábado noche en Nueva York.


Debido a que el viernes estuvimos bastante aplancadas en casa, y que yo estuve mala, y hoy me encontraba llena de energía, no quisimos acabar ahí el día, que ya de por sí había sido perfecto, y nos fuimos a visitar TIMES SQUARE POR LA NOCHE.

Nuestra intención era cenar por allí, pero se nos olvidó hacerlo entre tanta maravilla. Si ya me había parecido una plaza inmensa por el día, por la noche, su verticalidad se hace más evidente. Había espectáculos por todos lados, gente sacándose fotos con extraños personajes, colas inmensas que salían de los restaurantes más lujosos, descapotables rojo fuego, limusinas por todos lados, hamers rosas de 5 metros de largo, y mil cosas más. Hay incluso un museo de las cosas más extrañas que os podáis imaginar:

Mirad la plaza por la noche, como brillaba:


Sábado noche en Times Square, en torno a las 12:00 a.m.

Alba totalmente deslumbrada por las luces


Conocimos a algunos viajeros perdidos buscando aventuras por la gran Manzana, y hablé con un montón de gente ansiosa por saber qué habíamos hecho ya allí y qué nos había parecido. Me percaté de que la gente que había en Times Square, eran todo turistas, exceptuando la gente que hacía cola en los lugares exclusivos para cenar un par de metros sobre el nivel del suelo, y poder mirarnos por encima de su menú de 150$. 
De pronto un olor nos llegó desde algún recóndito lugar en la plaza, y nos descubrimos hambrientas perdidas en la gran manzana. Judit se enfrascó un McMenú espectacular, mientras yo me contentaba con una hamburguesa con queso. Compré 2 de ellas, por 3$, y conservé la siguiente para comer quizá al día siguiente: se me hacía imposible, entre tanta emoción, comer. Eso sin olvidar que rozaban ya la una de la madrugada.

Volvimos a casa saciadas, -unas más que otras-, sin percances. Cogimos la cama con gusto, pero tardamos en dormirnos charlando sobre la ciudad, sus maravillas, y pensando quizá qué otras aventuras nos esperarían mañana.










Viernes de enfermedad

Algo tenía que pasar, era normal que después de esta semana me pasaran factura los días NONSTOP. Así que llegado el viernes me encontré con un pié de la menstruación pisándome la espalda, que me impedía levantarme. Traté de desayunar, pero tenía todo el cuerpo del revés del agotamiento, así que me di por rendida, y decidimos tomarnos el día libre, aprovechando que volvía a llover. Leí por la mañana y vi un rato la tele. Después junté fuerzas y fuimos a clase. Entonces le preguntamos a Jhon aquello de los grados Farenheit, y nos explicó muy amablemente que hubiera dado lo que sea porque alguien le hubiera hecho un dibujito como el que él nos hizo, para entender los grados centígrados cuando vino a España. Nos hace sentir muy integrados en esta cultura. Os enseño el dibujito.

Aquí tenéis a John, dibujando. Es un excelente profesor. Me sentí muy triste por que fuera mi último día en su clase, porque he aprendido un MONTÓN de frases hechas con él, y mucho de la cultura americana. Sin embargo me dijo, cuando me fui a despedir, que él estaría en la escuela por la noche, y que no nos dejaríamos de ver. Igualmente, me recordó que tenía pendiente enseñarnos su zona favorita de la ciudad, y llevarnos a comer pizza.


Después volvimos a casa, porque el tiempo había empeorado, y yo aún no me encontraba bien. De vuelta a casa, de pronto todos los carteles del mateo cobraron sentido, después de nuestra visita al Riverside Drive Park.

El cartel reza: 
SÉ ADOPTADO POR UNA ARDILLA.
Y PRONTO PASARÁS MÁS TIEMPO EN LOS PARQUES, QUE BAJO ELLOS.

Parece una campaña para concienciar a la gente de que disfruten los parques de la ciudad, en vez de ir en metro a todos lados. Me he fijado en que hay muchos anuncios de "come sano", "4 batidos equivalen a 85 sobres de azúcar", "los menores de 18 meriendan sano y gratis en tal parque"...
Podrían sacar mucho dinero vendiendo esos espacios para anuncios privados, pero no lo hacen. Estoy gratamente sorprendida. Sacaré fotos de ellos, y ya veréis.

Cuando llegamos a casa, quise acostarme aún sin hambre, pero finalmente cedí ante la atenta mirada de nuestros cereales, y de mi enfermera particular. Tomé unos cereales y me acosté.



Ayudada por la medicación, fue la primera y única noche que dormí sin sueños, y me desperté dispuesta a volver a la Ciudad que Nunca Duerme, dándolo todo, y preparada para el PERFECTO fin de semana que nos esperaba.