Para llegar a Riverside Drive Park nos bastó coger un autobús en nuestra misma calle que nos llevara todo al oeste posible, siguiendo la calle que limita Central Park al norte, la 110.
Caminamos un par de manzanas por las calles del "norte" Upper West Side. Encontré esto, y me pareció interesante sacar una foto, para que vierais los precios:
3 pepinos, 2$; 5$ el medio kilo de sandía... |
Cuando bajamos al parque ya nos quedamos sin aliento. No hay que olvidar que con todo el tiempo de que disponemos en Nueva York, tenemos tiempo de sobra para visitar las atracciones turísticas, y las que no lo son tanto. Y esas que no lo son tanto, preferimos visitarlas entre semana, cuando están bien cargadas del espíritu Newyorkino. Por eso nos encantó Riverside Drive Park: nadie había sacando fotos; sólo estaba lleno de gente que simplemente hacía un día de Jueves normal, probablemente evitando un poco el abarrotado Central Park. El ambiente fue estupendo durante todo el paseo y nos encontramos con agradables sorpresas a cada paso.
Yo, alimentando a una ardilla. |
Otra ardilla, esta alimentándose sola de unos frutos muy comunes por allí. |
Uno de los muchos bancos dedicados de la ciudad, conmigo encima. |
Un típico partido de beísbol. |
En llegar a la escuela, nos dan la agradable noticia de que han podido cambiarnos el horario. El lunes siguiente nos cambiarán al horario de 6 p.m. a 10 p.m., ¡perfecto!
Echaré de menos a John, pero nos ha dicho de llevarnos a su parte favorita de la ciudad y a comer la verdadera pizza newyorkina. Dice que la pizza de España no vale nada, pero que le fascina la tortilla de patatas! Igualmente, estará cuando dé clases por la tarde, aunque no en mi nivel, pero me podré despedir de él más adelante. Es lo que más pena me da de cambiarme de horario. ¡Nos está enseñando a hablar como NewYorkinos auténticos!
Al salir de clase, decidimos terminar de ver el museo de Historia, que se nos quedó pendiente el día anterior. Esta vez no pagamos nada por entrar. Me gustó mucho la exposición de los dinosaurios.
Fuimos, una vez cerró el museo a comprar leche y cereales a la calle 34. Ya os he hablado de nuestra épica compra de cereales, fue este día, el jueves.
Cuando salimos ya era tarde, así que decidimos comprar allí cerca unos trozos de pizza, que se anunciaban en promoción y que desde fuera olían estupendamente. Yo tenía curiosidad por probarla porque justo Jhon nos había hablado de las pizzas de allí, y... realmente no exageraba. Aquella que comí fue la mejor pizza del MUNDO QUE JAMÁS HAYA PROBADO. Espectacular. Unos trozos enormes que me han alimentado hasta hoy, sábado.
Comparad atentamente el tamaño del vaso de medio litro con las porciones de pizza. ¿Habrá algo que los newyorkinos hagan mal?