viernes, 27 de julio de 2012

Harlem oeste.


NOTA: Esta entrada fue escrita el día 26, y publicada el día 27.

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Muy bien, por fin me he puesto al día con el blog, y puedo contaros lo que HOY he hecho. Notaréis un pequeño cambio de voz, que pasa del “estuve”, al “he estado”, pero creo que podréis con ello :D

Teniendo en cuenta que llevamos un tiempo saliendo de casa antes de las 9, ha sido una pequeña decepción ver la luz del sol a las 11 por primera vez hoy. Me han despertado los truenos, y una lluvia torrencial. Judi suele dormir bien y a pierna suelta, así que simplemente me he quedado leyendo un par de horas, y aún la he tenido que despertar cuando por fin amainó la lluvia, sobre las 10:30.
Ayer por la noche, planeamos bien el día de hoy, pero para muchas horas de caminata, así que esta mañana, hemos tenido que recortar por donde hemos podido, para recuperar esas tres horas en otro momento.
Estamos cogiendo la rutina de llegar a casa sobre las 4 para descansar un poco y coger los libros para el cole, y así no tenerlos que cargar todo el día. Parece un momento perfecto para llamar a España, retomar fuerzas, y dejar las cámaras en casa.
Esta mañana tocaba nuestro Harlem más próximo. La primera idea era cogerlo al este de nuestra casa en la Universisdad de Columbia, y subirlo hacia el norte, pero no hemos podido pasar de la 120, porque la hora apremieaba y no queríamos ver las cosas a medias.
Nos hemos tomado un tiempo para pasear por el fantástico parque Morningside, y tomar fotos a los patos, las tortugas, las cascadas y los newyorkinos.
Parece que todos los parques de Manhattan están pensados para ser apacibles, y además son utilizados de manera constante e inteligente por la gente de los barrios circundantes.
Por esto no me ha extrañado en absoluto encontrarlo entre semana con gente paseando sus perros, y las abuelitas paseando a sus nietos. La temperatura ha sido muy muy alta, y he agradecido mucho la sombra de los árboles.





No olvidemos a nuestras amigas las ardillas.



Tras eso, nuestra intención era ir a la Universidad de Columbia directamente, claro que es difícil hacer algo directamente aquí, sin ir parándose en cada esquina. Para mi sorpresa he encontrado una tienda de souvenirs, que también tenía una extensa zona de empacar regalos, no quiero ni pensar cómo será la Navidad aquí.


Tras salir de la tienda en la que quería comprarme todo, me he encontrado con un mercado agrícola en medio de la calle, que no tenía desperdicio. Disfruto mucho en esos sitios viendo los precios, y pensando en que yo puedo conseguir esos productos como un 300% más baratos. Es uno de los pequeños placeres para los españoles en Nueva York. Hay de hecho otro que anima bastante: cuando ves que algo es caro… ¡Pásalo a Euros! Anima bastante, no mucho, pero te puede valer al menos para reconfortarte en caso de “exbova” (Extremo Bolsillo Vacío)
En cualquier caso, esto no es necesario en los mercado agrícolas. Ver que aquí pagan 3$ por una barra de pan, hace sonreír a cualquier Español.


Entonces sí que sí: Universidad de Columbia. ¡Fantástica! Mirad en la primera foto, todas las manzanas que ocupa la universidad. ¡13 manzanas!









Tras la Universidad de Columbia, hemos pasado por la Iglesia John de Divine. Tras la decepción de la catedral de San Patricio, no hemos pagado los 10$ de la entrada, por muy grande que parezca esta. No obstante, más al norte, también en Harlem, hay una iglesia en la que te permite subir a 108 metros de altura para admirar el Hudson… ¡gratis! Esa no nos la perdemos. Si nos sobra tiempo y dinero, iremos a visitarla, porque por fuera es magnífica.


Al terminar, Judi ha disfrutado sacándose mil fotos con las ambulancias de un hospital cercano, y viendo todas las entradas de urgencias. Nos quedaba tiempo aún, pero no suficiente como para llegar a nuestra siguiente parada, mucho más al norte. Hemos vuelto a casa callejeando y al llegar asfixiadas, ha sido gratificante charlar con Prinston y su niñero, y también con España.
No obstante es triste… hay muchas cosas que contar,  y eso no puede hacerse por teléfono. Puede que no pueda contarse ni en persona. ¡Tantas conversaciones con gente son imposibles de recordar!

En clase, hemos hecho un examen… eso sí que os lo puedo contar allí. Lo importante de esta historia es que en mi clase hay gente que ya está viviendo en NY y que está perfeccionando el idioma, que lleva varios meses dando clases, y que hoy terminaban, -de ahí el examen-. Lo genial de esta historia es que hemos hecho una fiesta de despedia. ¡Con pizza y todo! Hemos estado tomando fotos, y perdiendo horas de clase… ¡YUPII! Este es otro profe, super enrollado, que se llama BRIAN, y con el que tendré clase también la semana que viene.
Mi profe Bryan y yo


Brazzilia y yo, con Bryan haciendo el capu por detrás.


Pero el caso, es que hemos tenido tiempo libre y he estado un buen rato hablando con John. Irá a España (Valencia) en poco tiempo, y ya le he dicho que le llevaremos a algún sitio bien chulo en septiembre.

¿Por qué él se va a Valencia tan contento? ¿Cómo puede querer dejar esta ciudad?

Primer contacto con los Village's.


Ayer nos levantamos bien pronto con el objetivo de conquistar una nueva parte en Nueva York: los barrios de SOHO, NOHO Y NOLITA.
Estos tres barrios deben su nombre a los juegos de palabras que gustan tanto aquí:
SOHO: SOuth of HOuston st.
NOHO: NOrth of HOuston st.
NOLITA: NOrth of LIttle ITAly.
No hay aquí una atracción turística en particular, que no sea pasear por sus calles llenas de tiendas exclusivas y sus zonas residenciales con alquileres disparatados, pero eso es suficiente para disfrutar el barrio, muy diferente al resto de Manhattan.
Queríamos ir pronto a la zona, para no encontrarnos con la marabunta de compradores, que seguro habría, pese a ser miércoles. Pero, claro, las tiendas abren a las 10, y algunas incluso a las 11, así que las primeras horas al llegar allí las dedicamos a pasear por las zonas residenciales, y a pasear por tiendas de comestibles del Noho, donde no hay muchas tiendas que visitar. Teníamos preparado un itinerario marcado con las “paradas obligatorias” en el Soho. Pero somos perros viejos en la ciudad, y sabemos que tratar de hacer un recorrido cerrado en Manhattan es imposible, porque cualquier calle puede parecerte interesante, y hacer que te desvíes totalmente de tu camino. Sin embargo… ¡menos mal que nos preparamos la excursión! Puede que de no haberlo hecho, no nos hubiera dado tiempo a verlo todo.
La zona residencial me pareció espectacular, la mejor que he visto en Manhattan sin duda alguna. Todo estaba tranquilo, y había un ambiente de vecindario entrañable por todos lados.


Había tiendas que no parecían nada asequibles, pero que en realidad lo eran, y viceversa. Lo que era innegable es que todas tenían un factor común: la exclusividad y el glamour propio de la zona.




Pronto, cuando el sol empezó a dar su acostumbrado calor, fuimos entrando en el Soho, y las cosas fueron volviéndose aún más pijas todavía. Ya empezaba a aparecer gente paseando, aunque nadie llevaba bolsas todavía, cosa que yo no conseguía entender. ¿Tampoco tendían dinero? Yo quería comprarmelo todo, pero cualquier cosa que veía, no bajaba de los mil dólares. Finalmente me di por vencida, y me dije que el dinero que me quedaba en la cuenta no sería suficiente ni para la propina de la compra. Así que disfruté de los escaparates como buena pobre de clase media-baja, feliz como una perdiz de estar allí.

Empezaron poco a poco a aparecer galerías de arte de famosos aquí y allá, marcas muy conocidas, artículos imposibles en los escaparates, y zapatos metidos en heladeras. Justo cuando pensabas que la cosa no podía volverse más rara, lo hacía con algo insólito en la siguiente esquina. 









No podía parar de sonreír viendo todo lo que había por allí, pero, bueno, no sé si por ser mujer, o por qué sería, pero en cierto modo me apenaba no tener nada de lo había por allí. Sin embargo, nuestra próxima parada me subió el ánimo en un momento: Apple Store Soho.




Disfruté como una enana allí dentro. Como dato curioso os diré, que en esta última foto, si miráis detrás  de los dos chicos que hay frente a la escalera, veréis un proyector, ¿verdad? Pues enfrente estaba lleno de sillas, y de gente tomando apuntes porque estaban haciendo un tutorial sobre como manejar ciertas aplicaciones. ¡Muy interesante! Cuando salimos, me encontré con algo que me pareció fuera de lugar, pero el buen hombre del puestecillo me dejó sacar una foto a los guiones de películas que vendía en una calle tan exclusiva como aquella.


Otra de las paradas programadas para el día era la antigua catedral de San Patricio. ¿Recordáis aquella decepción de catedral? Pues esto qué veis a continuación fue su predecesora. No estaba abierta al público y no lo lamenté. Prefería seguir viendo escaparates, y dejar las iglesias para cuando fuera a Roma, donde Bernini  y Borromini me esperarían con los brazos abiertos.


 La siguiente tienda me fascinó: era una sucursal del Moma, dónde se vendían artículos diseñados por estudiantes o gente te tiene buenas ideas. Había artículos imposibles, pero de lo más útiles, que jamás os abrías imaginado que existirían. Bolsos hechos de plástico de burbujas, un frutero que podías cambiar de tamaño según la fruta que hubiera dentro, lámparas de materiales reciclados y mil cosas más. Había otras cosas que quizá no fueran útiles, pero sí ingeniosas y divertidas, como por ejemplo, una baraja de cartas, creada exclusivamente para hacer castillos enormes. Esta primera foto que vais a ver es una premonición de algo que me pienso llevar a Valencia: Esos artilugios son calendarios eternos, que funcionan con un sistema de imanes ingenioso y de lo más decorativo.





A continuación, y sin quererlo aceleré el paso: Siguiente parada... EVOLUTION. Era una tienda que prometía ser mi favorita en NY, y no me decepcionó en ningún aspecto, -bueno, quizá en el precio-. Allí puedes encontrar cosas imposibles: Insectos en ámbar, telarañas fosilizadas en cristal, esqueletos de mil cosas, tarros con pelo de mamut, piruletas con gusanos de picapica dentro, grillos con sabor a bacon, y hasta fósiles. Las cosas más antiguas son, como debe ser, las más caras, pero se pueden encontrar artículos interesantes a precios asequibles.







Salimos tristes de la tienda, aún con las manos vacías, maldiciendo al hombre que tiene la obligación moral de ordenar el pago de nuestra beca, por eso, comimos en Nolita una pizza y una soda por 3$, antes de ir a otro maravilloso parque de Nueva York.


El Washington Square Park es un parque muy especial, donde tiene cabida todo tipo de gente, que va a realizar actividades muy diversas. 


En la parte más externa del parque se organizan torneos de ajedrez habitualmente. Las mesas son de obra, pero no supimos si las fichas las llevaba la gente o ya estaban allí. Lo que sí que es cierto es que todas las fichas eran iguales... debimos haber preguntado a cualquiera, ¡todas las mesas estaban ocupadas por público de lo más variopinto.


Entorno hacia el centro de la plaza, hay grandes extensiones de césped dónde la gente toma el sol apaciblemente, en bikini, como si de la playa se tratase. Tras una extensión de césped, particularmente grande, hay un parque para perros, con doble puerta para que no se escapen, donde tienen un montón de juguetes para ellos, una fuentecita para tomar un baño, una zona de "lavado" con mangueras para asearse, y para los dueños, bancos a la sombra donde esperar a sus mascotas. 
En el centro de la plaza hay una fuente con escaleras internas, y un gran chorro de agua de unos 6 metros de alto. La gente se sienta en las escaleras con los pies dentro del agua mientras leen un libro oyendo lo que ocurre a su alrededor. Y es que entorno a la fuente hay una extensión bastante grande que los jóvenes, y no tan jóvenes aprovechan para hacer manifestaciones y protestas, frente al arco que cierra la plaza al norte.



Este arco separa toda la zona bohemia y artística -los villages-, de la parte "bussines" de la ciudad, y representa la libertad de expresión que caracteriza a América.
A esta plaza dan un montón de casitas como las que os he puesto en las fotos de aquí abajo, que no son ni más ni menos que las residencias de estudiantes de la Universidad de Nueva York, que rodea el Wishington Square Park. El hecho de que las universidades privadas en EEUU valgan 70000$ anuales, supongo que tendrá algo que ver con todo esto.



No nos dejaron visitar la Universidad, ni tampoco el jardín de las residencias, pero en cierto modo lo agradecimos. Los kilómetros empezaban a pesarnos en los pies, y el tiempo apremiaba. Teníamos que volver a coger los libros para ir a clase. Hoy no habría tiempo para las llamadas. La ciudad nos había absorbido un día más.