Agradecimos profundamente llegar a la academia porque el calor era horrible, pero no nos dio tiempo a refrescarnos lo suficiente porque a la una estábamos saliendo. Una mujer nos paró y quiso hablarnos a Judi y a mí sobre el cambio de nivel. Hablaba inglés, y principalmente fui yo la que se comunicó con ella. Esto para mi desgracia se volvió en mi contra segundos más tarde. Resulta que la mujer, que en un principio parecía súper amable no quiso entender debidamente la situación de unas estudiantes que van a la gran manzana. Ella no podía comprender que el horario que tenía mi clase era totalmente incompatible con las visitas a museos, que abren de 10 a 18. Teniendo clases de 12 a 16 es imposible hacer las cosas bien, y obviamente, en los fines de semana no da tiempo a verlo todo. Nos dijo que a Judi la tenía que cambiar de nivel y fue muy injusta al decir que la iba a pasar al horario de mañana, y que a mí, no me pensaba cambiar de nivel ya que hablaba perfectamente inglés. De modo que yendo al ESB, estuvimos muy tristes pensando como nos lo íbamos a organizar si ella entraba a clase a las 8, y yo entraba a las doce. No obstante, no quisimos darle muchas vueltas porque no había nada cerrado todavía. La opción más obvia era bajarnos las dos a un nivel intermedio en el mismo horario, pero eso no me permitiría aprender a mi, ni a Judi entender la clase. Así que las cosas quedaron en el aire, igual que nuestra preocupación cuando llegamos a nuestra zona más admirada de la ciudad: en midtown south central, hogar del ESB, Madison Square Garden, Penn Station, El ticktock dinner, y la tienda de 99's cents.
Antes de poner camino al Empire State, compramos por 2$ un perrito caliente y una cocacola. ¡Nuestro primer perrito caliente americano! Después corrimos hacia el ESB, y en el atrio, ya se hicieron patentes mis nervios. Desde abajo el edificio era ENOOORME.
Aquí os dejo una foto mía antes de llegar a los ascensores. El hall era majestuoso.
Respecto a la subida en ascensor... EN menos de un minuto, subir como 320 metros, no parece sano. Y cuando creía que ya había pasado lo peor, me meten en otro ascensor para seguir subiendo hasta el mirador. Podía poner como 50 fotos desde el mirador, y todas ellas no serían suficientes para describir la sensación. Aunque puede que baste con una palabra: MAREO. No llevo bien las alturas, pero estando allí, no me iba a quedar en un rincón pegada a la pared, así que decidí pagar las consecuencias después de mi temeridad y reunir valor para sacar fotos como esta:
Tras un batido de fruta para subir el azúcar y la tensión, decidimos volver a casa pasando por el súper de Harlem para aprovisionarnos para una comida de verdad, que compartimos con nuestra familia adoptada. :D