Me moría de ganas por llegar a la entrada que narrara
nuestras aventuras el domingo, porque fue un día muy completo e interesante.
Como sabéis, ya teníamos en nuestro poder las entradas de la Estatua de la
Libertad, acordamos sacarlas a las 9 para ir con tiempo y regresar para comer a
Manhttan. No llegamos especialmente sobradas de tiempo a Batery Park porque, en
fin, el mejor momento para llamar a la gente es por la mañana bien pronto, y no
salimos a la hora que nos hubiera gustado. Igualmente, sin prisa pero sin
pausa, nos dirigimos a Castle Clinton, fortificación sita en el sur de la isla
cuya única función actual es vender las entradas de Lady Green. Un hombre tan
amable como cualquier newyokino, nos avisó de que no teníamos que hacer cola
para nada. Es suficiente con el resguardo que habíamos impreso por internet. En
pocos minutos estábamos pasando el control de seguridad para subir al ferry.
Sin sorpresas llegamos a la cola del ferry, que para mi sorpresa era un buque
de más o menos 8 metros de altura por 20 de largo. Este ferry tiene tres pisos,
y sólo en el superior –el más cotizado- caben 500 personas. El servicio de
ferry está perfectamente organizado, cada 15 minutos aproximadamente un ferry
llega a cada una de las tres islas: Manhattan, la principal de NY; Liberty
Island, hogar de la estatua verde y Ellis Island, lugar de llegada de
inmigrantes hasta mediados del XX. Este sistema te permite permanecer el tiempo
que precises en cada isla, sabiendo siempre que habrá un ferry cada cierto
tiempo que te llevará a la siguiente parada. El orden es Manhhatan, Liberty y
Ellis. Todo brillantemente preparado, para hacer de esta una bonita
experiencia. Judi y yo subimos a la parte superior y tuvimos la prudencia de no
sentarnos en los bancos, sino de permanecer en la baranda de proa, imaginando
la avalancha de turistas que después vendrían. Tomamos una buena decisión,
porque en pocos minutos el lugar quedó atestado de gente con algo de comida,
-si, en el barco hay cafetería con hot dogs y pretzels, como debe ser-.
Personalmente disfruté muchísimo del corto viaje a Liberty
Island, la brisa era agradable en el sofocante día, y el balanceo del barco me
relajó muchísimo. Ver recortada a la estatua de la libertad en el horizonte, lo
hizo todo, -si cupo- más perfecto. Judi, pese a sentirse muy cómoda en los
aviones, -ámbito que me desagrada profundamente-, estaba lejos de sentirse bien
con el vaivén de la embarcación, y estaba deseando pisar tierra firme. Sin
embargo olvidó pronto estos pensamientos cuando comenzamos a alejarnos de la
isla: Más fascinante que ver acercarse la Estatua, me resultó ver alejarse el
distrito financiero. No te das cuenta de la inmensidad de esos edificios
caminando entre ellos.
Para nuestra sorpresa, mucha gente no bajó en llegar a
Liberty Island. Ya había oído algo de esto. Visitar la isla no es muy
interesante. La visión de la estatua no resulta impresionante desde abajo, pero
creo que se pueden sacar buenas fotos. Otro gallo hubiera cantado de sólo
disponer de un puñado de días en Nueva York, pero teniendo tantos, no me
hubiera perdido esta visita por nada.
Lo que realmente me encantó fue la siguiente parada: Ellis
Island. Tiene una audio guía que vale su peso en oro, que te lleva por todo el
edificio recorriendo el mismo camino que un inmigrante que llegaba al nuevo
mundo a principios del siglo XX. Aprendí muchísimo, y quedé en ciertos
aspectos, traumatizada, pero el edificio y la isla en general es estupenda. Os
dejo algunas fotos.
Tras “aterrizar” de nuevo en Manhattan, nos encontramos
lejos de casa, con el sol bien alto, con hambre, y cerca del distrito
financiero. Nos topamos con una visita de obligado cumplimiento en américa: EL
Mc Donalds. ¿Cómo os imagináis un McDonald de Nueva York? Podría jurar que de
mil maneras, menos con música de piano en directo.
Además, y por si esto no resulta suficientemente sorprendente, las hamburguesas no son nada grasientas. Por el contrario tienen pinta de ser mucho más sanas que aquí. Más datos sobre el McDonals, hay hamburguesas con champiñones, y cada menú te indica, detrás del mostrador y en letras bien grandes, las calorías que ingieres. El precio medio de cada menú son 7$. Como dato curioso, os comento que las patatas deluxe aquí no existen, y que cada día veo a gente con enormes vasos del macdonals llenos de café americano. ¿La razón? Cualquier medida = 1$. Nosotras también compramos café en McDonalds.
Hicimos tras la comida una pequeña toma de contacto con el sur de la isla, y dimos una vuelta por el distrito financiero y por la zona cero. Prometiéndonos volver con todo el tiempo del mundo porque es una zona muy chula.